viernes, 26 de marzo de 2010

Antone´s y el lujo texano. SxSw.



Seguimos en Austin. A las 2 estamos en Mi Casa Cantina, en la 6th, y estamos alucinando con la llegada de más gente de todas partes del mundo, mientras aprovechamos nuetras pulseras vip amarillas que te permitían un descuento del 50% en las bebidas. Tocamos a las 4 de la tarde, un día soleado, y la gente bailando en primera fila.



Decidimos comer algo antes de ir al Antone´s pero todos los sitios estaban llenos y tuvimos que comer unos tacos en la típica caseta callejera americana cerca de Antone´s, a unos 15 minutos andando de Mi Casa Cantina. En ese trayecto descubrimos que en Austin ¿todo el mundo es irlandés? o es que efectivamente era el día de Saint Patrick. Algunos llevaban artilugios inverosímiles de color verde: leáse gorritos de copa, collares de tréboles con el que podías dar un latigazo de lo largos que eran, y hasta un enanito verde...



En Antone´s, una sala de verdad, grande y con buena acústica, hacemos la prueba de sonido. Nos contaron que era una sala mítica, donde han tocado grandes músicos como James Brown, Matthew Parker, etc. El tal Anton, muerto unos años atrás, era un mecenas y sibarita de la música y ha hecho grandes cosas para conseguir de Austin una de las mayores ciudades mundiales de la música en vivo. La sala, antes ubicada en otra calle, lleva en activo 30 años. Durante la prueba tenemos un pequeño problema con el sonido por la diferencia de tensión europea y americana, lo que nos retrasa un poco, pero solventa con gran maestría el técnico de sonido (este sí de verdad, y no como el de Nublu) de la sala.


El encargado de la sala nos dice que si podemos terminar la prueba de sonido mientras entra la gente a la sala. Nos extraña un poco, pero vemos que hay una gran cola esperando para entrar.


Veinte minutos después de la prueba empezamos el concierto con total puntualidad en el Antone´s totalmente abarrotado. La gente estaba muy entregada y encantada con el sonido Telephunken. Y nosotros venidos arriba... Y muy a gusto con la respuesta del público... Entre ellos bastantes latinos porque luego tocaban Bomba Estéreo y Maldita Vecindad, buena gente, indeed. En el backstage hicimos una hermandad 100% Spanish speaking power.



De ahí, muy satisfechos, nos vamos a nuestro primer contacto, en muchos días, con las escena musical española:
Sounds of Spain. Los elegidos por la Sgae para representar a España, a los que dieron 5.000 euros a cada uno, son Los Planetas, Amaral y Hueco, como podéis ver bandas que necesitan un gran apoyo económico. Eso sí, nosotros nos pagamos toda la gira con nuestro dinero, ya que no fuimos agraciados con esta subvención. Parece ser que nosotros no necesitábamos el dinero... Amaral lo necesitaba mucho más. Horrorizados asistimos (algunos nos fuimos) a un concierto de Amaral con 40 asistentes españoles a los que ella hablaba en inglés. Pero esto no era lo peor. Después se subieron al escenario Los Planetas. Uno de los conciertos más desastrosos que he presenciado... Los Planetas que en toda su carrera nunca habían tocado delante de 40 personas (siempre más) consiguieron reducir el público a unos 10 que no huyeron despavoridos... ¡Lamentable! Hay que reconocer que el sonido era pésimo y la carpa al aire libre no era la más adecuada. Aún y así el sabor de boca que dejaron fue bastante malo. Y nos dimos cuenta que cualquier pequeño grupo que empezaba aportaba mucho más que la representación española organizada por la Sgae. Que conste que no tenemos nada en contra de los grupos, de echo Amaral y Los Planetas son nuestros amigos.

Por suerte, y por primera vez, Lisa aparece a nuestro rescate y nos dice que hay una fiesta en un apartamento cercano. Nos vamos unos cuantos, el grupo, algunos amigos de Dart, J y Nobi de los Planetas y Tom Strauch (Label Manager de Swithstance Recordings), un chico muy majo con el que llevamos coincidiendo desde Washington D.C. (estaba pinchando en el club de Thievery Corporation el día que estuvimos). Subimos al último piso del edificio del Hotel Hilton en un ascensor en el que cabíamos 15 personas.



Entramos en un loft de 400 metros cuadrados desde el que se podía ver el 70% de la ciudad de Austin, y la 6th avenida, donde llevábamos dos días, una calle diminuta abarrotada de gente pequeñita. El dueño de la casa, DJ, pinchaba mientras nosotros nos bebíamos las cervezas y demás bebidas que estaban esparcidas en la mesa, el frigoríco y demás... Hasta terminar con ellas. Hablando con J. nos comenta que el concierto de
Sounds of Spain era un poco a lo old school, ¡menuda ruidera! Así que para celebrar el entendimiento auditivo nos terminamos una botella de whisky de tamaño galón. Toda la gente que bailaba y alucinaba en el loft era super maja, así que entendimos lo que tanto tiempo llevaba gente diciéndonos desde Washington D. C., pasando por Boston y NYC: la gente de Austin no tiene nada que ver con el resto de Texas. We agree.



Al día siguiente volviendo al centro de Austin, mientras esperábamos el autobús, un coche de la Policía de Austin aparca delante de nosotros. Son unos coches verdaderamente llamativos, a lo
ranger texas, y nada más verlo ya queríamos hacernos una foto con él, hasta que un señor vestido de paisano y haciendo eses e incluso zetas salió del coche con cara de pocos amigos, abrió el capó y sacó un bolsa de municiones y una escopeta de repetición también tamaño galón. Si hacía unos minutos sacábamos la cámara en plan japoneses, al verle la metimos corriendo en los bolsos. Cuando el hombre beodo pasó por nuestro lado dijo algo similar a: Hey, guys... y entró en el hotel. Conseguimos hacer la foto... Eso sí, solo del coche (por nuestra propia seguridad). Lo de que la gente de Austin no tiene nada que ver con el resto de Texas es cierto: por lo menos nos saludó...


Como teníamos el día libre decidimos volver al centro de la ciudad ya que había una segunda fiesta de
Sounds of Spain, y daban bebida y comida gratis. La supuesta comida era paella y gazpacho, sabores que entre tanta hamburguesa y pizza echábamos realmente de menos. Cual fue nuestro estupor al encontrarnos una especie de puchero (que no paellera) donde había pollo, mejillones, y unos granos de arroz que había que buscar con lupa en el platito de tamaño café en el que te ponían una cacetada pequeña, y cuando no retirabas el plato esperando una segunda, la señora (no española) te echaba de la fila con una mirada gélida y te decía: si quieres más vuelve a hacer la fila.




También cuando entrábamos nos daban un ticket de cerveza (lo pagaría la Sgae???) y como hacía calor y teníamos sed entrábamos y salíamos varias veces para conseguir varios tickets. No somos cutres... Recordad que a nosotros no nos dieron los 5.ooo euros y hemos ayudado a pagar los balcones de la sede de Madrid de la Sgae.

Nos retiramos pronto porque al día siguiente teníamos un día muy intenso. Dos conciertos y lo más importante: llegaban nuestros primos de México, Da Punto Beat.

jueves, 25 de marzo de 2010

Austin. SXSW.

Nada más aterrizar en Austin nos encontramos con un cartel de bienvenida del SXSW, unas guitarras de colores en la cinta de las maletas, y un grupo de country tocando en un bar del aeropuerto. Con tal de salir del avión, no nos hubiera importado qué encontrar. Llevábamos 3 horas en un avión detrás de un apestoso señor de pelo cortinilla, a lo cascada. Al principio no sabíamos de donde venía el olor, pero Parri, que era el único que estaba detrás, amenazó con salirse del avión si continuaba detrás del apestoso. Un pasajero vino a nuestra zona, detrás, porque estaban los asientos vacíos, e inmediatamente volvió a su asiento delante entendiendo con la pituitaria por qué estaban vacíos los asientos.

Pasado ese momento de estupor oloroso, llegamos a Austin, por fin con sol, buena temperatura y ambiente joven. Ya desde el aeropuerto se percibía la internacionalizad del evento. Llegamos a nuestro hotel, aparentemente en medio de la nada (aunque luego descubrimos que quitando el centro de Austin, el resto es así: casas esparcidas y centros comerciales en medio de llanuras). Estamos a 15 dólares en taxi de la 5ª y la 6ª avenida, donde se celebra el festival. Llegamos al centro y vimos el ambiente previo al inicio del festival de música y el final del festival de cine. Varios grupos de música rock, jazz y country tocaban en distintos bares a pocos metros de distancia y en uno de ellos unas chicas bailaban encima de la barra porque les daban un chupito gratis si lo hacían… Cuando nos volvíamos al hotel un taxista texano nos dijo gritando que nos iba a denunciar por haber preguntado a varios taxis si nos podían llevar a 5 personas.

Al día siguiente volvimos al festival con todo el equipo. Estuvimos viendo bandas de rock y haciendo tiempo para nuestro primer concierto. Bebiendo cervezas: Stella Artois, Blue Moon, Negra Modelo, Samuel Adams… Tocamos a las 12 en Mi Casa Cantina. Antes tocó un grupo de Austin que tuvieron muchos problemas de sonido y sonaban como la banda sonora de una peli de Michael J. Fox. En 15 minutos estábamos listos para tocar.
Mucha gente, mucho baile y mucho sudor.


Una vez descubierta la licorerería más cercana al hotel y zona de comida, compramos cerveza y agua para el hotel y después de probar todas las comidas del centro comercial (daban muestras) nos decidimos por la china.

Comienza el festival de música y el centro de la ciudad es ya una autentica locura, miles de personas abarrotan las calles donde suenan cientos de bandas cada 10 metros. La zona de acreditación es un hervidero con muchísimos estands de todo tipo y una zona para artistas con cerveza gratis a la que vamos inmediatamente.




martes, 16 de marzo de 2010

Welcome to wet NYC

Segunda llegada a NYC, tratando de entrar en Manhattan, esta vez con atasco y 30 minutos más tarde de nuestra previsión. Empezamos a tener una relación amistosa con Lady GPS, pero seguimos teniendo encontronazos con la policía. Al llegar al hostil empezó a chispear. Mientras bajábamos los bártulos un policía nos puso una multa (la sexta???) porque los cristales del coche estaban y no nos vio dentro. Unvelievable!!! Tratamos de convencerle de que cometía un error, pero ya sabéis lo cabezón que puede llegar a ser un policía.




De ahí nos fuimos a Hecho en Dumbo a ver a los amigos mexicanos: Issel y Oscar. Nos encantó el sitio atestado de gente. Un gran local de comida mexicana con un gran chef en Bowery Street (East Village). Como estábamos agotados queríamos ir pronto a dormir. Pero eso nos resultó imposible. Primero porque fuimos a darnos una masaje a unas chinas que nos arreglaron el cuerpo y que curiosamente no hablaban ni papa de inglés, excepto la palabra tip (propina). Y segundo por la compañía de mexicanos, mexicanos americanos y mexicanos japoneses que llegaban del concierto de Sweet Electra, entre ellos Nardis, la cantante. Nos pusimos a beber para llegar a su estado etílico (no nos gusta desentonar): tequila, mezcalito y chelas negra modelo y guinness y samuel adams y más tequila… y ya a las 5 de la mañana decidimos irnos a dormir.

Al día siguiente teníamos previsto hacer muchas cosas pero NYC nos sorprendió con un día de lluvia intensa que nos hizo desistir de nuestras intenciones. Aún y así volvimos a East Village, a Hecho en Dumbo, a probar la comida que tenía tan buena pinta (el día anterior solo habíamos ingerido bebida), y de ahí a varios bares de East Village a seguir bebiendo hasta bajar al Lower East Side y entrar en Darkroom, un club que nos recomendó Issel, al parecer frecuentado por The Strokes y demás bandas de la escena neoyorquina.

A la entrada nos recibió el segurata más grande que hemos visto en nuestra vida, imaginaros un armario ropero con las puertas abiertas. Como su nombre indica Darkroom es una sala oscura, con muy buena música: una mezcla de rock clásico con electrónica y hip-hop (en NYC en casi todos los sitios se escucha hip-hop en algún momento). El sitio se llenó en media hora y nosotros seguimos con tequilas mientras el armario nos repetía que tuviéramos cuidado con nuestras cosas, hasta que Sergio se fue al baño y se quedó dormido encima de la taza durante el tiempo justo para darnos cuenta de que debíamos irnos. Sergio se fue dirección al hostil, nosotros con Diana a nuestro pisito del sur de Brooklyn, en la calle 59, un barrio superlatino y superlativo, "this si the real NYC, baby!".



Al día siguiente nos despertamos con otro día estilo londinense: lluvia a mares y viento que dificultaba caminar por NY. Como era día casero fuimos a ver a Catalina Sandino, a su apartamento en la zona norte de Brooklyn, a 15 minutos de Manhattan. Se convirtió en una agradable tarde casera, tanto que no queríamos salir a la calle del miedo que nos daba el azote de la lluvia y parecía que estábamos viviendo una secuencia de Saturday Night Live esa de "la cosa que nunca que va…". Así que nos sugirieron un sitio para comer, cerca de su casa, y nos fuimos corriendo para evitar la lluvia.




En Manhattan fuimos a recoger a los chicos para ir a Nublu, un sitio donde no sabíamos si tocábamos o pinchábamos. En este momento nos dimos cuenta de las condiciones en las que vivían el resto de los compañeros en el hostil. Los pobres compartían cama con un desconocido brasileño en un espacio bastante más pequeño que el camarote de los hermanos Marx. Esto unido a que tenían todo el equipo en la habitación reducía aún más el pequeño espacio en el que dormían. Al parecer en el suelo de la pequeña ventana que tenían había una especie de pegatina atrapainsectos aunque por las condiciones del sitio más bien parecía atraparratas. Este pegamento era de una solidez tal que todos estuvieron a punto de matarse incrustados en una mini litera al quedarse en alguna ocasión pegados al suelo, literalmente.

Salimos hacia Nublu con una lluvia espectacular. Como acabábamos de dejar el coche unas horas antes, cosa que celebramos porque significaba que "ya no tendríamos más multas" (aunque nunca se sabe), fuimos a coger el metro. Al llegar el metro estaba averiado por la lluvia y buscábamos un yellow cab cuando un señor mexicano nos vio un poco empapados, agobiados con el tiempo y los atascos, y nos guió de nuevo al metro para llegar a Nublu, desde la 30 a East Village. El buen hombre nos guió por el subterráneo e hizo el transbordo con nosotros. Cuando le contamos que habíamos tocado varias veces en México y que nos encantaba, que era casi como nuestra segunda patria, se sintió muy halagado. Y nosotros realmente agradecidos de saber que esto es el mundo, y esto es América: mientras un hombre negro vestido de policía te pone una multa, un indio mexicano te salva la vida en medio de la lluvia… Aunque al salir del metro estuvimos a punto de ahogarnos. La lluvia era de tal calibre que el agua nos llegaba casi hasta la cintura, y los 10 minutos que tardamos de la salida del metro hasta el Nublu, sin paraguas y con un viento demoledor, se convirtió en una tortura. Llegamos al Nublu a dejar el equipo y vimos que evidentemente el grupo y el público se mezclan por falta de espacio. La dueña del Nublu encontró unas zapatillas mojadas y unas huellas por el local y pidió un poquito de respeto para los músicos anteriores que probaban sonido. Así que decidimos llevar nuestros cuerpos mojados a un sitio más acogedor porque en el Nublu todavía no servían cervezas.



Fuimos al sitio más cercano (por eso de la lluvia que no paró en toda la noche) y descubrimos un agradable bar con documental de estrellas del Rock del calibre de Meat Loaf, en el que contaban su vida y milagros, y en el que descubrimos unos radiadores que estaban tan calientes que cuando pusimos nuestra ropa mojada empezó a echar humo. Nos quitamos los calcetines, las zapatillas, las chaquetas, bufandas, guantes… Y todo fue a parar al radiador ante la cara atónita de algunos americanos que estaban en el local. Poco nos importó (antes que coger una pulmonía) y caminábamos descalzos por el local, como si fuera nuestra casa, y encantados con el ahora querido Meat Loaf. Una vez cubierto el expediente: comida, bebida, ropa seca, local ahumado… Volvimos al Nublu a tocar. Empezaron Zigmat, un DJ, y finalmente nosotros, que sorprendentemente tocábamos a última hora (justo cuando se cambiaban los relojes de hora) en un sitio sin monitores y muy poco preparado para un directo. Eso sí el local está muy bien, estilo neoyorquino underground, con murales en las paredes, cómodo y agradable, pero es más bien para pinchar. Para tocar no está muy preparado, y sobre todo no hay mucho espacio, además a la hora que tocamos nosotros el técnico estaba en un estado lamentable. Eso unido a que la dueña del local no se acordaba del cambio horario nos llevó a tocar solo media hora, pues cerraban a las 4 de la mañana.




Entre el cambio de hora y que terminamos cenando en un restaurante mexicano en nuestro barrio de Brooklyn de lo más pintoresco: obreros, prostitutas y travestis de deep México, pero emigrantes en NYC, nos obligó a acostarnos de día viendo de camino a casa los cadáveres de los paraguas de la lluvia y el viento que sufrimos en nuestras carnes.



Al día siguiente nos levantamos tarde, directos a la prueba de sonido en Joe´s Pub, que descubrimos era la cara opuesta a Numblu. Un local de conciertos de Jazz, muy preparado, grande y donde la banda tiene su espacio cómodo y el público se sienta a escuchar. Empezamos a tocar a las 11:30 en punto, con todo preparado perfectamente, el técnico… Estuvimos muy cómodos y tocamos muy agusto, todo funcionando perfectamente y con nuestros amigos viéndonos. Disfrutamos mucho del concierto y en las dos últimas canciones la gente se levantó a bailar, pese a que Joe´s no es un lugar para este menester. Al final la gente nos felicitó, nos preguntó si las canciones se podían descargar en itunes (of course) y conocimos a un señor de Ibiza que lleva 20 años viviendo en NYC y que regenta un teatro en Times Square: quiere que toquemos el día 20 en Times Square. Why not? Nos despedimos de nuestros amigos, agotados, y nos fuimos a dormir. Madrugón para ir a Austin, el SxSw. Todos nos habían hablado demasiado bien del festival y pronto lo podríamos ve con nuestros propios ojos.




sábado, 13 de marzo de 2010

Boston, Cheers y Malcom X

Para bajar la resaca del Montezuma, caminamos y corrimos por las calles de Boston. Descubrimos una ciudad bonita y curiosa, con muchísimos estudiantes y el mayor número de universidades por metro cuadrado del mundo... Berklee, everywhere. Sergio y Parri salieron a correr, como todos los días, pero menos tiempo del habitual, por los efectos del elixir de los dioses.

Fuimos a hacer la prueba de sonido y pusimos la dirección en nuestra querida/odiada Lady GPS. De camino al Johnny Ds vimos que nos adentrábamos en un barrio de lo mas colorista, mas que nada por que todo el mundo era de color, negro concretamente. Nos emocionamos al imaginarnos tocando en la típica fiesta negra nocturna, en un lugar emblemático, pero nada mas lejos de la realidad. Habíamos metido la dirección incorrecta en el GPS: ¿Hollander or Holland?

Curiosamente el barrio colorista se llama Rocksburry y una vez que te adentras te marca. Es como entrar en otro territorio lleno de verdad con un poco de pobreza. Ahí vivieron Malcom X y en el barrio de al lado Martin Luther King (en el South End) donde está la legendaria sala Wallys y donde han tocado los grandes del jazz. Lástima que el Johnny Ds (lugar donde tocábamos nosotros) estaba al otro lado de la ciudad de Boston, muy diferente a Rocksburry, menos colorista. Nos resultó sorprendente la diferencia entre barrios, la separación tan marcada que había en comparación con otras ciudades de Estados Unidos, pero no era muy de extrañar teniendo en cuenta que Boston fue una de las ciudades del Norte más difícil de integrar racialmente.

Hicimos la prueba de sonido y una pequeña entrevista para el documental de la Gira Telephunken USA. Luego nos fuimos a comer algo más sano de lo habitual: comida japonesa. Descansamos un rato y listos para el concierto. Hicimos dos pases en una gran sala en la que la gente comía y estaba sentada viendo el espectáculo. Vendimos unos cuantos discos con la coletilla habitual: americanos/as, con acento típico americano te pregunta: How does it says? ¿Que vi-va el rith-mo? y cuando le explicas que es repite: ¡Que viva el ritmo...!

Como casi todos las noches terminamos agotados, todavía sentimos el jet lag y todavía nos despertamos a las 7 de la mañana, sin importar a la hora que nos acostemos, ya sean las 12, las 3 o las 5... Así que la media de horas que dormimos es escasa. Pero tratamos de descansar algo para seguir el viaje.

Por la mañana salimos con la intención de ver el centro comercial de Boston y seguir la línea roja. Al llegar al coche nos encontramos con una nueva multa (la cuarta) por estar aparcados en un lugar improcedente. Ummmmmmmm. Nos fuimos, adjuntando la multa a la colección de Washington D.C., a tomar unas cervezas al bar de Cheers y brindar por las multas, América y la gira. Luego dimos un paseo antes de emprender el viaje y nos topamos con unos tubos cuadrados de cristal de los que salía humo. Desde lejos llamaban la atención, así que nos acercamos para hacernos unas fotos en el humo. Cual fue nuestra sorpresa que al acercarnos el humo blanco no era otra cosa que un emulador de las cámaras de gas nazi, y los tubos de cristal un monumento de cada una de los campos de concentración del Holocausto nazi. Los cristales llevan los número de cada de los muertos reconocidos en cada campo de concentración. Nos pareció espeluznante, a la par que macabro. Pero eso no quitó para que hiciéramos nuestras bromas habituales...


Próximo destino NYC.


miércoles, 10 de marzo de 2010

Estudio de Fort Knox Five y Montezuma

Nos levantamos temprano, seguimos en modo jet lag. Sergio y Parri siguen corriendo, aunque Sergio tuvo un pequeño problema de resistencia y Parri estuvo a punto de dejarle solo. Caminamos por las calles desiertas de Washington D.C. y paramos en Guitar Shop para comprar cuerdas de bajo y unos cables que necesitábamos. El hombre de la tienda decía que el sonido de la guitarra española es una maravilla, al igual que el material con el que fabrican las gitarras de 6.000 dólares que nos enseño.

Cuando volvimos al coche, que habíamos aparcado correctamente y pagado el parquímetro, nos encontramos con una multa (la segunda) por habernos retrasado tan solo 6 minutos. Cominos al lado del hotel en The Diner, un lugar típico americano donde la comida no era demasiado grasienta, lo que significa bastante. Para hacer la digestión nos dimos una vuelta por el parque de los alrededores del obelisco y fuimos a ver a Lincon. Y cuando volvimos al coche, que habíamos aparcado en un lugar ciertamente sospechoso, nos dimos cuenta de que lo habían cambiado de lugar. Además del susto, dos regalitos: otra multa (la tercera) y una "g" pintada en blanco en el cristal trasero. ¿Qué significaba esa g? Deducimos que gilipollas, aunque como son americanos, probablemente significaba algo diferente.



Quedamos con Andy en el estudio de Fort Knox Five a las 6:30 de la tarde. Llegamos a las 8:0o, tras perdernos dos veces con ayuda del GPS. De camino comprobamos que los surtidores de gasolina americanos son mucho más lentos que los españoles y que la manguera tiene una ventosa que se pega al depósito.

Cuando llegamos Andy nos recibió en la puerta del estudio y nos dijo que aparcáramos tras la parte trasera de su coche, que le constaba que algunos de nosotros conocíamos muy bien (recordad la noche anterior y el maletero con los españoles bajitos). Se rió recordando la anécdota y haciendo chistes sobre Sergio, español bajito, que le saca a Andy una cabeza.

En el estudio hablamos con Steven y Rob de Fort Knox Five, hablando de música, escuchando sus nuevas producciones e intercambiando discos. Curiosamente Rob vivió en Madrid 4 años y trabajó en la contrucción del Skate Park del parque sindical, donde hemos patinado varias veces.

Nos lo pasamos muy bien y nos reimos mucho (por varios motivos). Son unos tíos encantadores con los que compartimos además de gustos musicales, amigos y forma de trabajar. Como estábamos muertos de cansancio de tanto caminar, tantas multas y viaje largo al día siguiente, no nos quedamos a cenar con ellos, aunque nos hicieron propuestas interesantes de lugares en Washinton D. C. para seguir la noche.



Al día siguiente cogimos la ruta 95, camino de Boston. Según Andy se tardaba 8 horas en llegar. En esta ocasión solo nos perdimos dos veces. Una de ellas nos llevó directos a un complejo de comida americana prefabricada y una licoreria fantástica, regentada por chinos, en la que descubrimos la solución a nuestros problemas: muchas horas de viaje por recorrer y el cansancio acumulado. La solución se llamaba Montezuma, y se convirtió, de repente, en nuestro mejor compañero de viajes. Este elixir de los dioses es un tequila de 40 grados, suave al paladar y muy digestivo, pero con terroríficas reacciones. Con tan solo un par de chupitos, todos, exepcto el conductor estábamos en un estado de carcajada y tontería totalmente descontrolado.



A esto ayudó que Parri consiguió, de manera poco apropiada, unas pastillas en una de las gasolineras que paramos para repostar. Estas pastillas se supone que dan vigor al hombre, cosa que la cajera nos aseguró que realmente ocurría, vamos, que para ella funcionaban. Leímos que estában aprobadas por el doctor, eso sí, no ponía que doctor. Los efectos secundarios de las pastillas eran los siguientes: acné, caída de pelo, y crecimiento extremo de bello, sorprendentemente, en la cara de ella. Pese a estas advertencias Parri las guardó en caso de necesitarlas (veremos a ver que pasa).


El camino a Boston se hizo más corto, aunque volvimos a perdernos antes de entrar en la ciudad, lo que hizo que el contador de kilómetros subiera 50 kilómetros cuando solo quedaban 95. Aún no sabemos como, durante 25 kilómetros la carretera no tenía ningún tipo de salida de cambio de sentido.

Por fin, después de 10 horas (y no 8 como había predicho Andy) llegamos al centro de Boston, donde creíamos que tendríamos que sacar los plumas, pero la temperatura era excelente, en contra de la predicción meteorológica que ¿casi nunca se equivoca? Pues eso, bienvenidos a Boston con el último chupito de Montezuma. Salud a todos.

lunes, 8 de marzo de 2010

Verbal warning

Nos levantamos a las 6 de la mañana por el jet lag. Ya era de día en NYC y recorrimos las calles vacías de la ciudad, desde la 95 con Broadway a Times Square, mientras Sergio y Parri fueron a correr por Central Park.


Cuando fuimos a coger el coche para ir a Washinton D.C. nos encontramos con un regalito del Ayuntamiento de Nueva York. ¡Una multa por haber aparcado en una salida de incencios! (la primera multa).

De camino a Wahington D.C. pasamos por Philla (Philladelphia) y sin saber muy bien como, tras confundirnos 6 veces en un cruce que nos marcaba Lady GPS, la distancia a recorrer cambió de 190 a 150 kilómetros pero el tiempo no disminuyó. Esto era porque nos obligó a cruzar Báltimore con todos sus semáforos, cruces, y calles.

Paramos a comer en un curioso restaurante mongol, en un coplejo de restaurantes y licorerías en medio de la nada. Buffet libre: 100 bandejas de diferentes comidas de Asia. Al segundo plato la elección de los platos que podíamos hacer ante tanto exceso era por colores. Entre medias de una ingente cantidad de empanadas de carne y maricos en suculentas salsas se coló una especie de pastel con crema pastelera en su interior de un vivo color amarillo que se comió Ernesto mientras comentaba: "Esta combinación dulce-salado, no te creas que a mí..."

Conseguimos llegar a la licorería, al lado del restaurante, arrastrando nuestras barrigas llenas y descubrimos con estupor que aquí todo se hace a lo grande. Aparte de las hamburguesas, los coches y las personas, todas las botellas de alcohol tenían su hermana mayor en versión dos litros: una botella de Jonnie Walker a lo bidón de sangría o una lata de cerveza tamaño pozal.

Hora y media después al fin y con varias horas de retraso gracias al GPS llegamos a Washington D. C. directos a la prueba de sonido pasando por el Capitolio, La Casa Blanca y el obelisco y una luz de atardecer de rodaje.


Andy, manager de Fort Knox Five, llegó a la sala Bossa en la 18 Street y nos ayudó a poner todo a punto. Hicimos dos pases. Entre medias un grupo de amigas, rubias americanas, compraron varios discos y un chico, coleccionista de toda la discografía de Telephunken por internet, y músico, nos dijo que estaba feliz de poder estar en el concierto. Llevaba tiempo con ganas de vernos y sabía que íbamos a Austin pero no podía vernos. Cuando se enteró de que tocábamos, a la misma hora que los Oscars, dijo: ¿The Oscars? Fuck the Oscars, I had to be here, with Telephunken live.


Terminamos el concierto, contentos con la respuesta del público, y nos fuimos con Andy al Electrical Sixteen Lounge, el Club de Thievery Corporation. Los domingos se convierte en un lugar donde los bailarines de break dance compiten y van exhibirse.


Sergio comentó que había una niña en la pista, señalando a alguien que estaba de espaldas y bailaba como una estriper de las Vegas. Cual fue nuestra sorpresa cuando la niña se dió la vuelta con un baileys en la mano y cara de mujer de 40 años, la chica más conocida y querida del local. Psicolelias aparte el club es uno de los mejores que hemos visitado, con una música espectacular y un ambiente increíble. Tres plantas con tres tipos de música diferente desde breaks a reggae, pasando por el house más cool.

Unas horas más tarde, hablando con los chicos de Thievery Corporation nos damos cuenta de que somos los únicos que quedamos en el club mientras Andy gritaba en español: Españoles, vámonos. Pensamos que sería el final de la noche, pero Washington nos guardaba una sorpresa: de camino al hotel Andy decidió que era buena idea enseñarnos la Casa Blanca puesto que conocía un atajo. El atajo era un giro a la izquierda que estaba prohibido. Una manzana más tarde una explosión de luces intensas nos perseguían y Andy frenaba el coche al grito de Welcome to América. Dos coches de policía nos rodeaban. Andy con una sorprendente tranquilidad preparaba los papeles del coche y se los daba, con gran respeto, a un policía que nos alumbraba con una linterna al otro lado del cristal. Tras varios minutos el policía regresaba para comunicarnos que teníamos dos advertencias: una escrita y una verbal. La escrita por hacer un giro prohibido a la izquiera, y la verbal por llevar en el maletero a dos españoles bajitos (uy, no lo habíamos comentado). Los españoles bajitos no eran otros que Sergio y Parri, los que al tratar de ocultarse de los policías empezaron a sufrir calambres en las piernas y a decir: "A mí me da igual, yo me bajo, aunque estos me estén apuntando con unas linternas al lado del Capitolio. Me cojo un taxi y me voy a España..." dijeron más cosas, pero mejor nos las callamos. Al parecer en Washington hay más de cinco tipo de policías; estos son los de más baja estirpe, solo están al cargo del parque que rodea la Casa Blanca.

Mañana día libre y visita al estudio de Fort Knox Five.

domingo, 7 de marzo de 2010

En NYC no saben que es el Orujo.




Salimos de Madrid y nos encontramos todos en la terminal T4 de Barajas rodeados de guardias civiles y perros antidroga... ¡No era por nosotros! Pero nos hicieron perder media hora que recuperamos gracias a que el viento corría a nuestro favor.




Llegamos al Aeropuerto John F. Kennedy abrigados hasta las cejas, alarmados por las predicciones de frío polar y la nieve de las semanas anteriores, y nada más salir corriendo del aeropuerto a fumar como adictos a la nicotina tuvimos que ¡desnudarnos! Sol y temperatura excelentes.

Nos fuimos al Aeropuerto de la Guardia a coger la furgoneta con la que vamos a recorrer parte de América Este. Durante la espera, con unas cuantas maletas, nos pararon dos limus y dos taxis preguntándonos si necesitábamos sus servicios. ¿Ummmmmm?

¡Qué gran invento el GPS! Siempre y cuando pongas la dirección correcta. No es nuestro caso. Camino del Upper West Side en Manhattan, donde íbamos a pasar la noche, y cansados del vuelo nos acercábamos por el puente de Brooklyn cuando la voz entrañable de la Señorita GPS (hemos deducido que está soltera) nos enviaba por una carretera sin fin. Poco a poco nos alejábamos de Manhattan, la Estatua de la Libertad empequeñecía y nosotros aparecimos después de 40 minutos de carretera cruzando el mar por un puente y viendo un cartel que ponía ¡¡¡Welcome to New Jersey!!! Eso acompañado de unos gon-gons constantes que provenían del GPS.

Dos horas más tarde conseguimos llegar al Upper West Side y tomarnos las primeras cervezas. Cenamos hamburguesa típica de NY en un restaurante donde todos los camareros hablaban español y Parri insistió en beber un chupito de orujo, pero los camareros ignoraban el significado de la palabra chupito y mucho menos orujo.

Mañana partimos para Washington D.C.

viernes, 5 de marzo de 2010

Preparando maletas....



Aprovechando nuestra primera gira por Estados Unidos abrimos este blog que queremos usar a modo de diario para contaros las cosas que veamos y nos sucedan.

A los que nos conozcan ya supondrán que nos pasará de todo tanto bueno como malo y los que no.... pues se darán cuenta ahora.

Nuestra intención es escribir todos los días e ir colgando fotos y vídeos tanto de las actuaciones como de cosas curiosas que pasen.

Esperamos que lo paséis tan bien como pensamos hacerlo nosotros.

Que viva el ritmo!!!!