martes, 16 de marzo de 2010

Welcome to wet NYC

Segunda llegada a NYC, tratando de entrar en Manhattan, esta vez con atasco y 30 minutos más tarde de nuestra previsión. Empezamos a tener una relación amistosa con Lady GPS, pero seguimos teniendo encontronazos con la policía. Al llegar al hostil empezó a chispear. Mientras bajábamos los bártulos un policía nos puso una multa (la sexta???) porque los cristales del coche estaban y no nos vio dentro. Unvelievable!!! Tratamos de convencerle de que cometía un error, pero ya sabéis lo cabezón que puede llegar a ser un policía.




De ahí nos fuimos a Hecho en Dumbo a ver a los amigos mexicanos: Issel y Oscar. Nos encantó el sitio atestado de gente. Un gran local de comida mexicana con un gran chef en Bowery Street (East Village). Como estábamos agotados queríamos ir pronto a dormir. Pero eso nos resultó imposible. Primero porque fuimos a darnos una masaje a unas chinas que nos arreglaron el cuerpo y que curiosamente no hablaban ni papa de inglés, excepto la palabra tip (propina). Y segundo por la compañía de mexicanos, mexicanos americanos y mexicanos japoneses que llegaban del concierto de Sweet Electra, entre ellos Nardis, la cantante. Nos pusimos a beber para llegar a su estado etílico (no nos gusta desentonar): tequila, mezcalito y chelas negra modelo y guinness y samuel adams y más tequila… y ya a las 5 de la mañana decidimos irnos a dormir.

Al día siguiente teníamos previsto hacer muchas cosas pero NYC nos sorprendió con un día de lluvia intensa que nos hizo desistir de nuestras intenciones. Aún y así volvimos a East Village, a Hecho en Dumbo, a probar la comida que tenía tan buena pinta (el día anterior solo habíamos ingerido bebida), y de ahí a varios bares de East Village a seguir bebiendo hasta bajar al Lower East Side y entrar en Darkroom, un club que nos recomendó Issel, al parecer frecuentado por The Strokes y demás bandas de la escena neoyorquina.

A la entrada nos recibió el segurata más grande que hemos visto en nuestra vida, imaginaros un armario ropero con las puertas abiertas. Como su nombre indica Darkroom es una sala oscura, con muy buena música: una mezcla de rock clásico con electrónica y hip-hop (en NYC en casi todos los sitios se escucha hip-hop en algún momento). El sitio se llenó en media hora y nosotros seguimos con tequilas mientras el armario nos repetía que tuviéramos cuidado con nuestras cosas, hasta que Sergio se fue al baño y se quedó dormido encima de la taza durante el tiempo justo para darnos cuenta de que debíamos irnos. Sergio se fue dirección al hostil, nosotros con Diana a nuestro pisito del sur de Brooklyn, en la calle 59, un barrio superlatino y superlativo, "this si the real NYC, baby!".



Al día siguiente nos despertamos con otro día estilo londinense: lluvia a mares y viento que dificultaba caminar por NY. Como era día casero fuimos a ver a Catalina Sandino, a su apartamento en la zona norte de Brooklyn, a 15 minutos de Manhattan. Se convirtió en una agradable tarde casera, tanto que no queríamos salir a la calle del miedo que nos daba el azote de la lluvia y parecía que estábamos viviendo una secuencia de Saturday Night Live esa de "la cosa que nunca que va…". Así que nos sugirieron un sitio para comer, cerca de su casa, y nos fuimos corriendo para evitar la lluvia.




En Manhattan fuimos a recoger a los chicos para ir a Nublu, un sitio donde no sabíamos si tocábamos o pinchábamos. En este momento nos dimos cuenta de las condiciones en las que vivían el resto de los compañeros en el hostil. Los pobres compartían cama con un desconocido brasileño en un espacio bastante más pequeño que el camarote de los hermanos Marx. Esto unido a que tenían todo el equipo en la habitación reducía aún más el pequeño espacio en el que dormían. Al parecer en el suelo de la pequeña ventana que tenían había una especie de pegatina atrapainsectos aunque por las condiciones del sitio más bien parecía atraparratas. Este pegamento era de una solidez tal que todos estuvieron a punto de matarse incrustados en una mini litera al quedarse en alguna ocasión pegados al suelo, literalmente.

Salimos hacia Nublu con una lluvia espectacular. Como acabábamos de dejar el coche unas horas antes, cosa que celebramos porque significaba que "ya no tendríamos más multas" (aunque nunca se sabe), fuimos a coger el metro. Al llegar el metro estaba averiado por la lluvia y buscábamos un yellow cab cuando un señor mexicano nos vio un poco empapados, agobiados con el tiempo y los atascos, y nos guió de nuevo al metro para llegar a Nublu, desde la 30 a East Village. El buen hombre nos guió por el subterráneo e hizo el transbordo con nosotros. Cuando le contamos que habíamos tocado varias veces en México y que nos encantaba, que era casi como nuestra segunda patria, se sintió muy halagado. Y nosotros realmente agradecidos de saber que esto es el mundo, y esto es América: mientras un hombre negro vestido de policía te pone una multa, un indio mexicano te salva la vida en medio de la lluvia… Aunque al salir del metro estuvimos a punto de ahogarnos. La lluvia era de tal calibre que el agua nos llegaba casi hasta la cintura, y los 10 minutos que tardamos de la salida del metro hasta el Nublu, sin paraguas y con un viento demoledor, se convirtió en una tortura. Llegamos al Nublu a dejar el equipo y vimos que evidentemente el grupo y el público se mezclan por falta de espacio. La dueña del Nublu encontró unas zapatillas mojadas y unas huellas por el local y pidió un poquito de respeto para los músicos anteriores que probaban sonido. Así que decidimos llevar nuestros cuerpos mojados a un sitio más acogedor porque en el Nublu todavía no servían cervezas.



Fuimos al sitio más cercano (por eso de la lluvia que no paró en toda la noche) y descubrimos un agradable bar con documental de estrellas del Rock del calibre de Meat Loaf, en el que contaban su vida y milagros, y en el que descubrimos unos radiadores que estaban tan calientes que cuando pusimos nuestra ropa mojada empezó a echar humo. Nos quitamos los calcetines, las zapatillas, las chaquetas, bufandas, guantes… Y todo fue a parar al radiador ante la cara atónita de algunos americanos que estaban en el local. Poco nos importó (antes que coger una pulmonía) y caminábamos descalzos por el local, como si fuera nuestra casa, y encantados con el ahora querido Meat Loaf. Una vez cubierto el expediente: comida, bebida, ropa seca, local ahumado… Volvimos al Nublu a tocar. Empezaron Zigmat, un DJ, y finalmente nosotros, que sorprendentemente tocábamos a última hora (justo cuando se cambiaban los relojes de hora) en un sitio sin monitores y muy poco preparado para un directo. Eso sí el local está muy bien, estilo neoyorquino underground, con murales en las paredes, cómodo y agradable, pero es más bien para pinchar. Para tocar no está muy preparado, y sobre todo no hay mucho espacio, además a la hora que tocamos nosotros el técnico estaba en un estado lamentable. Eso unido a que la dueña del local no se acordaba del cambio horario nos llevó a tocar solo media hora, pues cerraban a las 4 de la mañana.




Entre el cambio de hora y que terminamos cenando en un restaurante mexicano en nuestro barrio de Brooklyn de lo más pintoresco: obreros, prostitutas y travestis de deep México, pero emigrantes en NYC, nos obligó a acostarnos de día viendo de camino a casa los cadáveres de los paraguas de la lluvia y el viento que sufrimos en nuestras carnes.



Al día siguiente nos levantamos tarde, directos a la prueba de sonido en Joe´s Pub, que descubrimos era la cara opuesta a Numblu. Un local de conciertos de Jazz, muy preparado, grande y donde la banda tiene su espacio cómodo y el público se sienta a escuchar. Empezamos a tocar a las 11:30 en punto, con todo preparado perfectamente, el técnico… Estuvimos muy cómodos y tocamos muy agusto, todo funcionando perfectamente y con nuestros amigos viéndonos. Disfrutamos mucho del concierto y en las dos últimas canciones la gente se levantó a bailar, pese a que Joe´s no es un lugar para este menester. Al final la gente nos felicitó, nos preguntó si las canciones se podían descargar en itunes (of course) y conocimos a un señor de Ibiza que lleva 20 años viviendo en NYC y que regenta un teatro en Times Square: quiere que toquemos el día 20 en Times Square. Why not? Nos despedimos de nuestros amigos, agotados, y nos fuimos a dormir. Madrugón para ir a Austin, el SxSw. Todos nos habían hablado demasiado bien del festival y pronto lo podríamos ve con nuestros propios ojos.




1 comentario:

  1. Jope lleno de anecdotas este viaje...pero se os ve sueltos en la gran urbe.. espero que todo esto os lleve al gran exito que os mereceis ...
    Esta bien lo de olvidarse de las multas de trafico...jejeje
    un abrazo desde un dia soleado en Barcelona

    ResponderEliminar