lunes, 8 de marzo de 2010

Verbal warning

Nos levantamos a las 6 de la mañana por el jet lag. Ya era de día en NYC y recorrimos las calles vacías de la ciudad, desde la 95 con Broadway a Times Square, mientras Sergio y Parri fueron a correr por Central Park.


Cuando fuimos a coger el coche para ir a Washinton D.C. nos encontramos con un regalito del Ayuntamiento de Nueva York. ¡Una multa por haber aparcado en una salida de incencios! (la primera multa).

De camino a Wahington D.C. pasamos por Philla (Philladelphia) y sin saber muy bien como, tras confundirnos 6 veces en un cruce que nos marcaba Lady GPS, la distancia a recorrer cambió de 190 a 150 kilómetros pero el tiempo no disminuyó. Esto era porque nos obligó a cruzar Báltimore con todos sus semáforos, cruces, y calles.

Paramos a comer en un curioso restaurante mongol, en un coplejo de restaurantes y licorerías en medio de la nada. Buffet libre: 100 bandejas de diferentes comidas de Asia. Al segundo plato la elección de los platos que podíamos hacer ante tanto exceso era por colores. Entre medias de una ingente cantidad de empanadas de carne y maricos en suculentas salsas se coló una especie de pastel con crema pastelera en su interior de un vivo color amarillo que se comió Ernesto mientras comentaba: "Esta combinación dulce-salado, no te creas que a mí..."

Conseguimos llegar a la licorería, al lado del restaurante, arrastrando nuestras barrigas llenas y descubrimos con estupor que aquí todo se hace a lo grande. Aparte de las hamburguesas, los coches y las personas, todas las botellas de alcohol tenían su hermana mayor en versión dos litros: una botella de Jonnie Walker a lo bidón de sangría o una lata de cerveza tamaño pozal.

Hora y media después al fin y con varias horas de retraso gracias al GPS llegamos a Washington D. C. directos a la prueba de sonido pasando por el Capitolio, La Casa Blanca y el obelisco y una luz de atardecer de rodaje.


Andy, manager de Fort Knox Five, llegó a la sala Bossa en la 18 Street y nos ayudó a poner todo a punto. Hicimos dos pases. Entre medias un grupo de amigas, rubias americanas, compraron varios discos y un chico, coleccionista de toda la discografía de Telephunken por internet, y músico, nos dijo que estaba feliz de poder estar en el concierto. Llevaba tiempo con ganas de vernos y sabía que íbamos a Austin pero no podía vernos. Cuando se enteró de que tocábamos, a la misma hora que los Oscars, dijo: ¿The Oscars? Fuck the Oscars, I had to be here, with Telephunken live.


Terminamos el concierto, contentos con la respuesta del público, y nos fuimos con Andy al Electrical Sixteen Lounge, el Club de Thievery Corporation. Los domingos se convierte en un lugar donde los bailarines de break dance compiten y van exhibirse.


Sergio comentó que había una niña en la pista, señalando a alguien que estaba de espaldas y bailaba como una estriper de las Vegas. Cual fue nuestra sorpresa cuando la niña se dió la vuelta con un baileys en la mano y cara de mujer de 40 años, la chica más conocida y querida del local. Psicolelias aparte el club es uno de los mejores que hemos visitado, con una música espectacular y un ambiente increíble. Tres plantas con tres tipos de música diferente desde breaks a reggae, pasando por el house más cool.

Unas horas más tarde, hablando con los chicos de Thievery Corporation nos damos cuenta de que somos los únicos que quedamos en el club mientras Andy gritaba en español: Españoles, vámonos. Pensamos que sería el final de la noche, pero Washington nos guardaba una sorpresa: de camino al hotel Andy decidió que era buena idea enseñarnos la Casa Blanca puesto que conocía un atajo. El atajo era un giro a la izquierda que estaba prohibido. Una manzana más tarde una explosión de luces intensas nos perseguían y Andy frenaba el coche al grito de Welcome to América. Dos coches de policía nos rodeaban. Andy con una sorprendente tranquilidad preparaba los papeles del coche y se los daba, con gran respeto, a un policía que nos alumbraba con una linterna al otro lado del cristal. Tras varios minutos el policía regresaba para comunicarnos que teníamos dos advertencias: una escrita y una verbal. La escrita por hacer un giro prohibido a la izquiera, y la verbal por llevar en el maletero a dos españoles bajitos (uy, no lo habíamos comentado). Los españoles bajitos no eran otros que Sergio y Parri, los que al tratar de ocultarse de los policías empezaron a sufrir calambres en las piernas y a decir: "A mí me da igual, yo me bajo, aunque estos me estén apuntando con unas linternas al lado del Capitolio. Me cojo un taxi y me voy a España..." dijeron más cosas, pero mejor nos las callamos. Al parecer en Washington hay más de cinco tipo de policías; estos son los de más baja estirpe, solo están al cargo del parque que rodea la Casa Blanca.

Mañana día libre y visita al estudio de Fort Knox Five.

3 comentarios:

  1. Jejejejeje.
    Que grandes momentos que estoy perdiendome. En fin, a ver si la próxima me apunto.
    Abrazos.
    Salud
    Fer

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  2. mas kiero morirme.....ver al Parri & a Sergio haciendo footing en el Central Park.....bsssss

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  3. que buena pinta tiene todo ... estais subiendo como la espuma..
    que no pare el ritmo!

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